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Una morada de Dios
(A Habitation of God)


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Por David Wilkerson
4 de septiembre de 2000
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"En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu." (Efesios 2:22). Una morada es un lugar donde se habita. La palabra en griego para morada en este verso significa "una residencia permanente."

Todo cristiano conoce que Dios no habita en templos hechos por manos de hombre o en edificios. En vez de eso, nuestro Dios ha escogido vivir en vasijas humanas - esto es, en los corazones y los cuerpos de su pueblo. Todos los que están en Cristo forman este templo - su habitación, su residencia permanente. Cada creyente puede jactarse con confianza: "Dios vive en mí."

Dios no tiene ninguna otra residencia física - ninguna nación, ninguna capital (ni siquiera Jerusalén), ninguna cumbre. Él no vive en las nubes o el cielo, la oscuridad o la luz del día, el sol, la luna o las estrellas. Por supuesto, el Señor está en todas partes; su presencia llena todas las cosas. Pero de acuerdo a su palabra, Dios mora en su pueblo. El corazón lavado por la sangre es su morada permanente.

¿Cuándo comenzó Dios a morar en nosotros? Cuando le dimos nuestro corazón a Jesús por primera vez. En ese momento, la presencia de Cristo llenó nuestro ser. Además, Jesús nos trajo la plenitud de Dios - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Él testifica: "Yo estoy en mi Padre… El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y vendremos a él, y haremos con él morada." (Juan 14:20-23).


Proverbios 8 revela gloriosamente el plan
de pacto entre Dios y su Hijo con relación
a su morada en la humanidad.


Mucho antes de que el mundo fuese creado, el Padre celestial y su Hijo acordaron que la humanidad sería su morada. Hicieron un pacto que Jesús vendría a la tierra para habitar en los corazones y los cuerpos de un pueblo escogido. Déjame mostrarte esto con las Escrituras.

El apóstol Pablo se refiere a Cristo como hecho sabiduría: "Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención." (1 Corintios 1:30).

Proverbios 8 también habla de sabiduría en una manera en la que sólo se puede referir a Jesús. En el verso 30, la sabiduría dice: "Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él todo el tiempo." ¿Cómo sabemos que este versículo habla de Jesús? Él solamente es el deleite de su Padre. Dios no se deleita en la sabiduría sino en su Hijo.

Sabemos que Cristo estaba con Dios aún antes de que la tierra fuera creada. "Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra." (Proverbios 8:22-23) ¿Te puedes imaginar el deleite que el Padre y el Hijo disfrutaron el uno en el otro? Estaban juntos en la gloria del cielo, en gran éxtasis.

Recuerda - esto era antes de que Jesús conociera la tristeza humana. Él no había caminado aún en la carne, con todas las cargas y las pruebas. Aún le esperaba ser tocado por las flaquezas humanas - el ser rechazado, menospreciado, burlado, escupido, cargado por el pecado del hombre. Aún le esperaba enfrentar la cruz. No había experimentado que el Padre escondiera su rostro de él. Y nunca había probado la muerte.

Entonces vino el plan del Nuevo Pacto. En este plan, Dios-habiendo creado al hombre con libre albedrío, vio que si el hombre fallaba, necesitaría un redentor. Así que el Padre le pidió al Hijo que mediara un Nuevo Pacto. El Señor preguntó: "¿Te encarnarás y te convertirás en el sacrificio que redima la humanidad caída? ¿Tomarás sus pecados sobre ti y les liberarás del maligno que reclama sus vidas?"

Jesús entendió plenamente las terribles perspectivas. Él vio de antemano los azotes, la corona de espinas, el odio y el rechazo de parte del pueblo de Dios. Y él vio la cruz apareciendo delante de él. Sin embargo, la Escritura dice que Jesús se deleitó en dar su vida por nosotros. Él calculó el costo y respondió: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón." (Salmo 40:8).

El Hijo también habló estas increíbles palabras: "me regocijaba en el mundo que él creó; ¡Y mis delicias son con los hijos de los hombres!" (Proverbios 8:31). ¿Puedes ver lo que Cristo está diciendo? De todas las maravillosas galaxias que aún no han sido descubiertas por el hombre y de todos los innumerables planetas, Dios escogió habitar en esta pequeña esfera llamada Tierra. Y él escogió al hombre como el lugar donde él habitaría aquí. Nosotros nos convertiríamos en "la parte habitable de su tierra."

Aquí está la clave de mi mensaje: Jesús sabía que ya no disfrutaría más de la comunión feliz que él tenía con su Padre cara a cara. Sin embargo, el se deleitó en la expectativa de venir a morar en nosotros: "Y mis delicias son con los hijos de los hombres." (Proverbios 8:31). Él estaba diciendo: "Voy a atraer un pueblo a mi corazón. Y seré uno con ellos, para disfrutar de su compañerismo." Él se deleitó en pensar en la dulce comunión - ¡con nosotros!


¿Por qué Jesús se regocijó en la expectativa
que el hombre sería un templo en el cual él
pudiera habitar?


Siendo la misma esencia de Dios, Cristo compartió esta omnisciencia. Y yo creo que él vio de antemano todas las personas que le recibirían en sus corazones como rey y Señor. Él supo acerca de cada uno de nosotros, ya sea que vivamos en China, Rusia, América, los países africanos o en cualquier otra nación. Y él se regocijó a la expectativa de venir a habitar en nosotros.

¿Recuerdas el día que fuiste salvo? ¿Recuerdas las emociones que experimentaste - lo que le prometiste a Jesús, prometiendo dejar a todos y seguirle a él? Jesús vio esto ocurrir muchos años atrás en la eternidad - y él se deleitó en ti. Él sabía que le ibas a recibir, aún antes de que fueras formado en el vientre de tu madre.

David escribe: "Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios." (Salmo 22:9-10). "Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas." (Salmo 139:16).

Cuando aún no eras ni siquiera una semilla, Dios estaba escribiendo todos los miembros de tu cuerpo en su libro. Él sabía todo acerca de ti. Y su Hijo, Jesús, se deleitó en saber que crecerías para convertirte en su morada.


Déjame ofrecerte tres razones por las
cuales Jesús se deleitaría en el que
tú fueras Su habitación.


1. Jesús se regocijó en ti como tu novio. Él anticipó tener intimidad y comunión con su novia.

La Biblia ofrece numerosas descripciones de nuestra identidad en Cristo. Somos llamados su cuerpo, sus ovejas, vírgenes, hijos, siervos, amigo. Pero la más íntimas de todas estas descripciones es ésta: somos la novia de Cristo. "Y como el gozo del novio con la novia, así se gozará contigo el Dios tuyo." (Isaías 62:5).

Si estás casado, recordarás cuando tú y tu amada estaban comprometidos. Estaban de cabeza enamorados uno del otro. Y contaban los días que faltaban para finalmente ser uno, en perfecta unión con tu pareja.

Así fue con Jesús. Él anticipó tanto estar contigo, que acordó dejar su perfecta comunión con el Padre. Él pensó con anticipación el día cuando finalmente te convertirías en su novia. Y a sus ojos, era un encuentro de amor. Él sería la niña de tus ojos y él te tendría todo para él. Esta era la causa de su regocijo.

Tu novio anticipó el momento cuando vendrías a él en tu cuarto secreto diariamente para deleitarte en él. Pasarían horas juntos - alejados del mundo, compartiendo el amor de cada uno, disfrutando de una dulce comunión. Y él con alegría cuidaría de ti, regocijándose sobre ti: "Se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos." (Sofonías 3:17).

Ahora recuerda cuando primero amaste a Jesús. Lo buscabas con todo tu corazón. Leías su palabra con un deleite puro. Te entusiasmaba ir a la casa de Dios para amarle y adorarle.

A los ojos de Jesús, cada día contigo sería como un día de bodas. Él declaró: "Aquí es donde voy a hacer mi hogar. Voy a vivir en alguien que me quiere a mí más que a cualquier otra cosa en el mundo."

Mi esposa, Gwen, y yo hemos tenido esta clase de amor en nuestro matrimonio. Si nos separamos por tan sólo 24 horas, terminamos llamándonos tres veces al día. Esto ha durado por 50 años de matrimonio - y somos solamente humanos. ¿Te puedes imaginar la clase de amor que Jesús anticipó que iba a tener contigo?

2. Jesús se regocijó al pensar en compartir contigo sus secretos más íntimos.

Una de las expresiones más grandes del verdadero amor es el compartir secretos íntimos con tu amado - cosas que ninguna otra persona sabe. Como cualquier otro novio, Cristo anticipó compartir sus secretos contigo. Y él anticipó que tú compartirías los secretos de tu corazón con él.

Esto es lo que hacen los amantes, aún en las relaciones carnales. Aunque el deleite de Sansón en Dalila era carnal, él no le ocultó nada a ella (vea Jueces 16:4). Su amor por Dalila le hizo decirle a ella el secreto de su fuerza - y le costó su propia vida.

Y mientras Jesús se regocijaba en ti, el anticipó que ibas a ser no sólo su novia, sino también su amigo íntimo. Él te vio de antemano en tu cuarto secreto de oración, completamente consagrado a él. Y se regocijó al pensar que iba a abrirte su palabra, revelándote cosas que otros creyentes nunca podrían ver u oír. "Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer." (Juan 15:15).

Jesús quiso hablarte revelaciones íntimas de la mente de Dios: lo que él quiere lograr en el mundo, en tu vida… las glorias del Nuevo Pacto y de sus santos nombres… la belleza de su sacrificio. En cambio, él anticipó que compartirías con él cada necesidad y problema, herida y fracazo, esperanza y deseo, sueño y pesadilla. Él se convertiría en uno en quien podrías descargar tu corazón.

3. Jesús se regocijó en que su novia se deleitaría en su palabra.

"Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mi puerta." (Proverbios 8:34). Cristo nos está diciendo: "Esta es la persona en la que viviré y habitaré - alguien que descansa en mi palabra. Cada mañana, mi amado vela a mis puertas para recibir una palabra de mi parte. Él ansiosamente espera mi palabra. Y él se deleita en cada cosa que le digo."

Como su novia, debiéramos ser ecos de estas palabras: "Paloma mía, que estás en los agujeros de las peñas, en lo escondido de los escarpados parajes; Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto" (Cantares 2:14).

David fue uno de esos creyentes que esperó diariamente recibir palabra de Dios. Y se deleitó en la palabra que recibió. Él testificó: "Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras" (Salmo 119:16). "Pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros" (Salmo 119:24). "Y me regocijaré en tus mandamientos, los cuales he amado" (Salmo 119:47). "Tu ley es mi delicia" (Salmo 119:77). El significado literal en hebreo de este último verso es: "Yo disfruto tu palabra."

Me quiero enfocar ahora en las dos frases del verso mencionado arriba (Proverbios 8:34): "Velando a mis puertas cada día" y "Aguardando a los postes de mis puertas." En primer lugar, ¿a qué puertas se refiere?

El salmista nos da la respuesta: "Abridme las puertas de la justicia; Entraré por ellas, alabaré a Jehová" (118:19). Pienso que estas "puertas de justicia" son también la "puerta estrecha" de la que habló Jesús. Ellas se refieren a cualquiera que diariamente va a la palabra de Dios para aprender de su justicia.

Tal creyente se ha determinado caminar en rectitud delante del Señor. Le entusiasma cada revelación que le lleva por el sendero de una vida santa. Se dice a si mismo: "Quiero verdad en mi hombre interior. Sé que no la voy a tener con tan sólo oír sermones o leer libros. Tengo que esperar pacientemente en el Señor, para que él me abra sus puertas."

Fielmente, el Espíritu de Dios viene al encuentro de este creyente cada mañana. Y le invita a entrar, susurrando: "Bienvenido, amigo. Déjame enseñarte hoy algo nuevo sobre la justicia de Dios."

En segundo lugar, ¿qué significa "aguardar a los postes de mi puerta?" Esto se refiere a cada creyente que tiembla ante la palabra de Dios. La frase viene de Isaías 6, cuando el profeta esperó a los postes de la puerta del templo, anhelando escuchar de parte de Dios.

Mientras Isaías estaba ahí parado, él escuchó serafines cantando: "Santo, Santo", los cielos resonando con sus alabanzas. Entonces repentinamente, una voz poderosa retumbó desde los cielos. La voz fue tan fuerte y clara que todo se estremeció: "Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo" (Isaías 6:4).

Esta voz estremeció a Isaías hasta lo más profundo de su ser. Lo agitó y le dio tanta convicción, que Isaías clamó: "¡Ay de mí! Que soy muerto" (6:5). El profeta tembló cuando escuchó la voz de Dios.

Isaías es un ejemplo de alguien que "aguarda a los postes de mi puerta." Este creyente anhela escuchar la palabra de Dios. Y cuando la palabra viene, él permite que la convicción profundice en su alma. La palabra de Dios dice acerca de esta persona: "Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra" (66:2).

Hemos visto como Jesús se regocijó por nosotros antes de que el mundo fuese hecho. Él anticipó venir a morar en nosotros y hacer de nosotros su morada. Y él se regocijó en que nosotros nos pegaríamos a él, dejando a todos los demás. Le buscaríamos diariamente y pasaríamos tiempo de calidad con él. Él compartiría sus secretos con nosotros, y nosotros descargaríamos nuestros corazones en él. Nos deleitaríamos en sus caminos, buscando en su palabra revelaciones de su justicia. Y temblaríamos ante las revelaciones que su palabra nos daría.


¿Cómo compara tu vida con esta descripción?


La Biblia establece claramente que Jesús esperaba encontrar en nosotros, su morada. Así que, ¿estás cumpliendo con sus expectativas? Él anticipó pasar toda una vida contigo. ¿Está aumentando tu intimidad con él? O, ¿le estás descuidando por días?

Tu novio tenía en mente acercarte más a él. Él quiso abrir su corazón a ti, tener un dulce compañerismo contigo diariamente. Él anheló mostrarte tantas cosas, cosas que nadie ha visto. Él deseó moldear tu vida, producir el fruto del Espíritu en ti. Y él quiso quitar tus debilidades, tus temores, tus sentimientos de insuficiencia.

A cambio, tú ibas a ser el deleite de su corazón - por tus lágrimas, tu intimidad, tu devoción apegada. Tus palabras para él deben ser las de una novia: "Bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar" (Cantares 2:3). "Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz" (2:14).

El tan sólo pensar en esta relación contigo hizo que Cristo se regocijara, mucho antes de que el mundo fuera creado. Aún así, ahora que ha llegado el momento para disfrutar esa relación, tú la desatiendes e ignoras al Señor. Tienes tiempo para ver televisión, comprar, navegar en Internet, cultivar el jardín - pero no tienes tiempo para Jesús. Te pregunto: "¿Tú crees que él morará en el corazón de una novia que está aburrida de él? ¿Por qué él continuaría morando en alguien que no tiene tiempo para estar con él, hablarle, escucharle?"

Aquí hay una advertencia solemne: "Jesús no morará en aquellos que le desatienden y le ignoran. Tú podrías objetar: "Pero yo amo al Señor. No le he tratado fríamente." De hecho, si has descuidado la oración y su Palabra por semanas- si no tienes una relación íntima en privado con él - has hecho tu declaración. Has declarado: "Mis acciones demuestran que no tengo un amor apasionado por Jesús. Mi familia, mi profesión y mis deseos personales son primeros."


Cuídate de que no seas convertido en sal


La Palabra de Dios nos advierte claramente: "¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?" (Hebreos 2:3). El precio a pagar por ignorar a Cristo es muy grande. La Biblia nos advierte que si descuidamos el regalo de la salvación, nos convertiremos en sal. Déjame explicarte.

Ezequiel 47 habla acerca de un río de vida que sale del trono de Dios. Este río está formado por aguas santas, sanadoras. Y mientras fluye a través del desierto, trae vida a todo lo que toca. Se hace más ancho y más profundo hasta que hay suficiente agua como para nadar en él.

"Estas aguas…descenderán a la llanura, y entrarán en la mar: y entradas en la mar, recibirán sanidad las aguas. Y será que toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos arroyos, vivirá: …"

Este río de vida representa el evangelio predicado. Las buenas nuevas de Cristo comenzaron tan sólo como un pequeño riachuelo, a través de la predicación de los doce apóstoles. Entonces la palabra siguió dispersándose. Fue predicada ampliamente por el apóstol Pablo y luego por los que se convirtieron a través de él. Pronto se extendió a todo el mundo. Hoy en día miles sobre miles de siervos de Dios predican su palabra a través de todo el mundo. Así que ahora hay ríos en los que podemos nadar. "Y vivirá todo lo que entrare en este río." (47:9)

El río ha estado fluyendo desde el Calvario. Y hoy en día, millones que escuchan y reciben la Palabra de Dios están siendo sanados. La verdad de Cristo les está despertando de su negligencia, pereza y apatía. Ahora sus ojos están bien abiertos y se deleitan en Jesús. Le buscan diariamente, aman su palabra, comparten su intimidad con él. Están aprendiendo cosas en el Espíritu que nunca habían conocido. Se les está dando los secretos del corazón de Dios - y eso les está sanando.

¿Qué te ha pasado a ti? ¿Estás nadando en las aguas sanadoras de Dios? O, ¿has permitido que ese río fluya sin tocarte? Nota lo que pasa a las áreas del desierto en las que no llega el agua: "Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas." (47:11)

A lo mejor eres culpable de ignorar a Jesús. No oras, eres desobediente, has descuidado su palabra. Has oído sermones que te producen convicción y has permitido que te conmuevan, pero continuamente has vuelto a tu complacencia. Ahora tu descuido se ha convertido en tu estilo de vida. En verdad, has abortado toda la anticipación que antes Jesús tenía para ti.

¿Qué significa "quedarse para salinas", como menciona Ezequiel? Significa esterilidad total, improductividad, vacío, sequedad, soledad. Piensa en el Mar Muerto en Israel. Es un cuerpo de agua completamente quedado para sal. Ningún pez puede sobrevivir en él. Ninguna planta puede crecer dentro de él o en sus alrededores. Es completamente estéril.

¿Te has convertido en ese tipo de pantano, una ciénaga seca y aislada? ¿Es tu vida estéril para producir fruto de Dios? ¿Es tu existencia diaria vacía, seca, solitaria? Tal vez te has quedado para sal. A tu alrededor otros están produciendo frutos y creciendo en Cristo. Han sido sanados por las aguas santas de Dios. Pero tú no posees ninguno de los recursos que ellos tienen. Te has convertido en un cristiano de nombre nada más.

Si este mensaje te ha conmovido o te ha traído convicción, tengo buenas noticias para ti:


Nunca es demasiado tarde para comenzar de
nuevo. Cuando el río sanador de Dios fluye,
éste sana toda mortandad.


Mientras se estaba haciendo el Nuevo Pacto, el Padre celestial y su Hijo vieron de antemano que muchos descuidarían a Cristo. Estas personas se pondrían tibias o frías, hasta que eventualmente caerían. Así, que el Padre y el Hijo hicieron un acuerdo: si alguna oveja se perdiera o se descarriara, Jesús iría tras ella y le traería al rebaño.

La verdad es que la humanidad muerta podría volver a la vida mediante un flujo fresco de aguas sanadoras. "Estas aguas…entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas." (Ezequiel 47:8). Cuando las aguas sanadoras de Dios comienzan a fluir, comienzan a retoñar cosas verdes alrededor nuestro: una yerba aquí, una plantita allá. Pronto todo un jardín estará floreciendo.

Querido santo, Dios todavía te anhela. Y todavía tiene planes para ti. De hecho, puedes comenzar tu vida de nuevo hoy. Él promete restaurar todo lo que ha sido comido y desperdiciado de tu vida, sin importar cuanto tiempo haya pasado. "Y os restituiré los años que comió la oruga." (Joel 2:25).

Todavía puedes ser su morada - aprender sus secretos y recibir sus revelaciones. Esta es la manera para volver: Reconoce que le has descuidado. Admite que has estado ocupado, con tiempo para todo excepto para él. Confiesa que no le has escuchado cuando él te ha llamado. "Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo." (Efesios 5:14).

Clama a él ahora: "Oh, Dios, sáname. Despierta mi alma. Sácame de este sueño. Quiero cambiar. Sé que tú tienes que hacer la obra en mi, Señor. Anhelo tu toque fresco."

Jeremías nos muestra el corazón de Dios hacia una gente que le descuidó y que se olvidó de él: "Vuélvete, oh rebelde Israel…no haré caer mi ira sobre ti, porque misericordioso soy yo, dice Jehová…Reconoce, pues, tu maldad…Convertios, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo…y sanaré vuestras rebeliones." Jeremías 3:12-14,22).

Isaías nos asegura nuevamente: "Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes. Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré…Produciré frutos de labios: Paz, paz al que está lejos…y lo sanaré." (Isaías 57:15-19)

Dios te está diciendo: "Hijo mío, por un tiempo estuve enojado contigo. Te dejé con tu vacío y tu soledad. Pero ahora te voy a restaurar todo lo que el enemigo ha destruido.

Tu vida puede ser un jardín nuevamente. Nunca es muy tarde para comenzar de nuevo. Deja que el Señor haga de este día el primer día de un nuevo comienzo para ti.

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