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La respuesta del cristiano a las calamidades
(A Christian's Response To Calamities)


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Por David Wilkerson
28 de noviembre del 2005
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Un programa radial nacional dedicó dos horas de programación reciente dando énfasis al Libro de Apocalipsis. El anfitrión presentó las siguientes preguntas a sus oyentes: “¿Crees que todas las calamidades recientes son el juicio de Dios por todos los pecados de nuestra nación? ¿Crees que el Libro de Apocalipsis está cumpliéndose. ¿Crees que estamos viviendo en los tiempos finales?

La parte asombrante es, que este era un programa radial secular. Y la mayoría de los que llamaron respondieron que sí, que creían que la sociedad se había convertido en inmoral y sin ley que Dios tenía que intervenir con acción. Los que llamaron estaban convencidos de que Dios estaba advirtiendo nuestra sociedad a través de todas las recientes tormentas y calamidades.

Dondequiera que uno va, parece que se oyen conversaciones sobre Apocalipsis y profecía. La gente esta diciendo, “Algo definitivamente está sucediendo. ¿Está Dios hablando a través de todo esto? ¿Estas calamidades significan que Él está juzgando a las naciones”?

Piensa en el creciente número de desastres que han tomado lugar en años recientes:

  • El territorio Americano fue atacado por primera vez en nuestra historia, con las ciudades de Nueva York y Washington, D.C. los blancos de terrorismo.
  • Huracanes masivos golpearon a la Florida, causando sobre $20 billones en daños y dejando a multitudes desamparados.
  • Un tsunami golpeó Asia, matando a cientos de miles de personas y dejando a desamparados.
  • Los huracanes Katrina y Rita destruyeron una ciudad importante en América, inundando a Nueva Orleáns y causando increíble destrucción a lo largo de la Costa del Golfo, dejando a miles sin hogares.
  • Un terremoto masivo golpeó Pakistán, registrando un increíble 7.6 en la escala de Ritchter. Fue el terremoto más mortal en tiempos modernos, matando sobre 70,000 personas y enviando réplicas sísmicas a través de la India. Medio millón de personas quedaron varados sin ayuda, y otro millón quedó desamparado.
  • Organizaciones internacionales de la salud están advirtiendo sobre un flu pandémico mortal, de una tendencia mortal de gripe aviaria. Se ha extendido desde la China hacia el este a Rusia, Romania y Turquía. Si se transforma, podría matar a 2 millones de personas en los EE.UU. y a un sinnúmero de millones mundialmente.
  • El hambre está haciendo estragos en Zimbabwe. El Arzobispo Católico en la región advierte que 200,000 de personas podrían morir dentro de los próximos cuatro meses. Actualmente, 700 personas están muriendo de SIDA diariamente, y 700,000 personas están desamparados.
  • Al escribir esto, el Huracán Wilma ya había causado destrucción en la Península del Yucatán en México. Los expertos en el centro nacional de huracanes dicen que sus modelos computarizados, los cuales usan los pronosticadores para determinar la extensión de la tormenta y su dirección, se han derrumbado completamente haciendo las predicciones difíciles.
  • En cuarenta naciones alrededor del mundo, células terroristas están creciendo y amenazando a aquellas naciones dentro de sus fronteras.

Acuérdense, estos no son cristianos quienes están dando estas predicciones graves. Vienen de científicos, economistas, expertos seculares y escritores.

Así, que dejame preguntarte a ti: cómo cristiano, ¿qué piensas acerca de todas estas cosas que están cayendo sobre la tierra? Es esto a lo que Jesús se refirió cuando advirtió, “Los corazones de los hombres les fallarán debido al temor, a esas cosas que han caído sobre la tierra”?

“Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a prisiones de oscuridad, donde están reservados para el juicio. Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, y trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos. También condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente. (2 Pedro 2:4-6).

Dios envió fuego sobre Sodoma y Gomorra, destruyendo esas ciudades. Y envió una inundación para destruir una sociedad malvada y vil en los tiempos de Noe. Ciertamente, han habido terremotos y hambre y plagas a través de la historia. Sin embargo, me pregunto, ¿ocurrieron todas esas cosas con la misma intensidad y repetición que vemos hoy día?

Por una generación entera ahora, han habido muchas advertencias proféticas sobre tales calamidades. El interés sobre estos temas ha aumentado tanto en estos últimos años que algunos libros populares sobre el rapto y los tiempos finales se han convertido en éxitos de gran venta internacionales. Sin embargo, para muchos, es solamente otra historia de horror.

Sobre los pasados veinticinco años, he sido tan solo una pequeña voz entre muchas que ha advertido repetidamente sobre el sacudir mundial que ha de venir. Sin embargo, creo que la mayoría de estos mensajes, incluso los míos, no han hecho virtualmente ningún impacto en nuestra sociedad secular. Creyentes han sido movidos a orar y prepararse, pero los pecadores parecen encoger sus hombros.

Prénsalo; ¿ha habido alguna mención de Dios en las respuestas de los líderes mundiales a estas calamidades? Dios libre que alguno en el Congreso tan siquiera sugiera que el Señor pudiese estar envuelto en el sacudir de todas las cosas. Dios libre que el Señor este diciendo algo sobre el pecado en nuestra sociedad. A pesar de todas las advertencias claras y las sacudidas, Dios ha sido dejado completamente fuera de la ecuación.


Los impíos simplemente no están escuchando.


En el devastado Nueva Orleáns, el alcalde ha declarado que quiere convertir las áreas inundadas en un distrito masivo estilo Las Vegas con grandes casinos de juego y palacios de placer. De acuerdo a un reciente reporte, comités están planificando una de las mayores celebraciones de Mardi Gras de todos los tiempos. Están invitando gente de alrededor del mundo para que vengan y ayuden a celebrar.

Puedes estar seguro que Nueva Orleáns regresará. Y será más salvaje y más pecadora que antes. Sin embargo, todo esto está sucediendo a pesar de las advertencias y los ruegos de los vigilantes de Dios. Le doy gracias a Dios que al ir los creyentes a las áreas con problemas a ayudar a los evacuados, un gran número de personas se volvieron al Señor. Pero aún en el medio del desastre, la multitud secular rehusó reconocer a Dios o tan siquiera mencionar su nombre.

En Apocalipsis, leemos sobre calamidades tan devastadoras que “los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos” (Ap. 9:6). Leemos de Dios derramando el “… vino su la ira…” (14:10), seguido por desastres ecológicos, calor abrasador, y enfermedades pandémicas. Todo esto vendrá después que Dios haya enviado voces y trompetas para advertir. Viene hasta después que Cristo haya aparecido para advertir y despertar a su iglesia.

Increíblemente, la Biblia dice que aquellos “… que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron… ni dejaron de adorar a los demonios y a las imágenes de oro, plata,… No se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus robos.” (9: 20-21).

“Los hombres fueron quemados con el gran calor y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria. … La gente se mordía la lengua por causa del dolor y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.” (16:9-11).

Que pasajes tan increíbles. La gente preferiría masticar sus lenguas y maldecir a Dios que arrepentirse, aun cuando la invitación esta disponible para ellos.

Amados, si el mundo secular no es movido por mensajes proféticos, ¿entonces, por qué siquiera advertirlos? ¿Por qué decirle a los impíos, “Dios está hablando a través de estas cosas”? Si, después que todas estas devastaciones vengan sobre la tierra, los pecadores terminarán sacudiendo sus puños a Dios,¿ por qué siquiera alzar la voz?

La Biblia nos contesta con esto: “Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas (Amos 3:7). Sencillamente, Dios es fiel en advertir, porque esa es su justicia y misericordia. Él puede usar a científicos y otras voces seculares para hacer advertencias, pero no importa los medios, naciones e individuos malvados deben ser advertidos


¿Cuál es el mensaje de la iglesia de
Cristo durante tal tiempo?


Jesús nos dijo que cuando comencemos a ver estas cosas suceder, hemos de mirar hacia arriba y regocijarnos, pues nuestra redención se acerca. Pero esto es muy diferente a regocijarnos sobre calamidades. Si todo lo que podemos decirle a un mundo pecador es, “El fin se acerca, el juicio está comenzando, y se lo dijimos,” entonces no estamos ofreciéndoles ninguna esperanza.

Ya hemos visto que al aumentar las calamidades, y el mundo parece girar en caos, la desesperanza aumenta y los corazones se endurecen. Si no hay un mensaje de esperanza o redención, el pecador concluiría: “Si esta es la ira de Dios, si este es el fin y estamos dirigidos hacia al infierno, entonces vamos a festejar y vayámonos endrogados.”

Hace más de treinta años, escribí un libro profético titulado: ‘La Visión’ en el cual advertía sobre cambios drásticos en el tiempo que golpearía nuestras costas. Estas calamidades serían tan fenomenales que los expertos dirían de ellos, “Esto está más allá de comprensión. Estos desastres son de proporciones bíblicas.”

Cuando escribí un libro sobre el holocausto financiero que se aproximaba, busqué a Dios con respecto al mensaje que se me había dado. Estaba profundamente descorazonado, pensando, “¿Es esto todo lo que hay, solamente un mensaje negativo? ¿Señor, es esta realmente la palabra que quieres que entregue? ¿Pasaré mi vida solamente advirtiendo?”

El Espíritu Santo me hizo una promesa en aquel tiempo. Me inculcó, “Cuando el sacudir empeore, cuando veas estas cosas cumplirse, vas a estar entre aquellos predicando esperanza. Mientras otros estén preocupados y nerviosos, te ungiré con un mensaje de misericordia, gracia y redención. En un tiempo cuando la desesperanza abunde, tu predica estará llena de esperanza.”

Lo que te escribo ahora es uno de esos mensajes prometidos.


Cuando digo que la iglesia ahora debe predicar
esperanza y expectativa santa, no me estoy
refiriendo solo al cielo.


El mensaje de esperanza que estamos llamados a entregar no puede meramente ser un intento para convencer a los pecadores de cuan maravilloso el cielo va a ser. No les decimos que se arrepientan para escapar el desastre actual e ir al paraíso sin sufrir.

Claro que creo en el cielo. Es más, es un tema el cual me gusta predicar. Me regocijo cuando contemplo estar en el paraíso con Cristo eternamente. Pero si eso es la única esperanza que le predicamos a los pecadores—paz y descanso algún día, más allá de este mundo—vendrán con una respuesta parecida a esta:

“Mira, no estoy pensando en la eternidad ahora. No estoy preocupado con ‘el cielo algún día.’ Cuando hablas de Dios, me dices que en algún sitio, algún día, obtendré alivio. Eso suena bien, pero ahora mismo tengo que encontrar algo que me ayude a atravesar otro día. Estoy abrumado, enfrentando crisis tras crisis. Y necesito alguna esperanza o milagro, no mañana sino hoy.”

Al presente, el mundo está ansioso, perplejo, fuera de su mente con miedo. ¿Así, que como les predicamos esperanza a aquellos viviendo en desesperación?

Honestamente, estoy cansado de decir, “Dejame enseñarte lo que necesita este mundo,” o, “Esto es lo que la iglesia debe hacer.” Estoy muy viejo para empezar un movimiento de “nueva esperanza,” con apariciones televisivas y libros publicados y “convenciones de esperanza.” Simplemente ya no tengo contestaciones rápidas. Pienso en todos los libros y cintas de sermones circulando hoy sobre como encontrar paz, como lidiar con el estrés, sobre esperanza. Tan pocos de ellos parecen haber tenido algún impacto en el mundo secular.

Todo lo que te puedo decir es como el Espíritu Santo está tratando conmigo.


Estoy convencido que la gente pierde
esperanza porque han perdido fe.


¿Por qué la gente ha perdido fe? Es porque no pudieron encontrar evidencia de ella en el sitio donde creyeron que la pudieran encontrar: la iglesia de Jesucristo. Los pecadores han venido a la iglesia buscando a alguien que persevere en sus pruebas y dificultades, quien, cuando todo se esta hundiendo a su alrededor, tiene una fe anclada, sólida.

El mundo ha escuchado muchos sermones sobre la fe en la televisión y la radio. Los incrédulos han escuchado las doctrinas de fe, hasta han leído libros sobre fe que nosotros los predicadores publicamos. Y han escuchado cristiano tras cristiano hacer alarde de tener fe. Pero dondequiera que miran ahora, ven ejemplos de fe naufragada. Cristianos que antes declaraban su fe ahora están dando por vencida su fe en Dios en medio de sus tiempos difíciles.

Escuché un presentador de noticias decir recientemente, “Estamos viviendo en una sociedad nerviosa.” Los Neuyorkinos están nerviosos por ataques terroristas en trenes subterráneos. Y múltiples de millones mundialmente están preocupados por todas las sacudidas que esta ocurriendo a su alrededor.

Así que, ¿dónde se vuelve la gente por esperanza? ¿Dónde encuentran ejemplos de fe firme?

El Espíritu me ha hablado una palabra clara: “Tienes que anclar tu fe, David. Dispón tu corazón a confiar en Dios en todo, en todo tiempo. Asegurate que tu fe no titubee.”

“Fijar o disponer” nuestra fe significa “estabilizar, afirmar, echar raíces, poner pilares debajo, establecer cimiento.” La Escritura dice que esta dentro de nuestro poder el hacer esto. Santiago escribió, “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7).

En este pasaje, el Señor designa toda la responsabilidad sobre el creyente. Dios nos está diciendo, en esencia, “Cuando el mundo mire a mi pueblo en estos días de temblor y ansiedad, tienen que ver fe. Mientras todo está sacudiéndose, la fe debe mantenerse sólida y firme. Así, que, creyente, ancla tu fe. Tu, cristiano, toma una posición fija. Y nunca abandones esa posición.”

Estoy convencido que el mundo no necesita más sermones sobre fe. Necesitan ver un sermón ilustrado: la vida de un hombre o una mujer quien vive su fe ante el mundo. Necesitan ver siervos de Dios atravesar las mismas calamidades que ellos están enfrentando y no ser sacudidos por ellas. Solo entonces los pecadores se enfrentarán cara a cara con un testimonio de fe firme.

David describió esto cuando habló sobre “a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres” (Salmo 31:19). Estaba hablando sobre creyentes cuya confianza fuerte y vida fiel son rayos de esperanza para aquellos en la oscuridad.


Cuando fijas tu fe llevando toda carga y
prueba a Cristo, dejando todo a sus pies
y descansando en la fe,
serás severamente probado.


Una vez, cuando estaba en el proceso de fijar una fe duradera, cuando verdaderamente llevé todas mis cargas sobre el Señor, recibí una llamada telefónica que me sacudió. Por un momento efímero, una ola de temor me cubrió. Pero el Espíritu Santo gentilmente susurró, “Mantén tu posición de fe, David. No lo des por vencido. Tengo todo bajo control. Solamente mantente firme. Nunca, nunca dejes a un lado tu posición fija de fe y confianza. Dejalo todo en mis manos.”

Nunca olvidaré la paz que me inundó en ese momento. Y al final del día, mi corazón estaba lleno de gozo al entender, “OH, Señor, confié en ti. No vacile. Gracias.”

En el Salmo 78, leemos sobre Efraín, la tribu más grande en Israel. Efraín era la tribu más favorecida de todas: numerosos y poderosos, diestros en el uso de armas, y bien equipados para batalla. Sin embargo, cuando Efraín fue a encontrarse con el enemigo, leemos esto sobre ellos: “Los hijos de Efraín, arqueros muy diestros, volvieron las espaldas en el día de la batalla.” (Salmo 78:9).

Esta poderosa tribu había salido mejor armada y más poderosa que su enemigo. Pero por alguna razón, cuando Efraín vio la oposición, se dio por vencido y retrocedió. Había resuelto pelear y ganar, pero cuando se encontró cara a cara con la crisis, perdió el valor.

Efraín en este pasaje representa a los numerosos creyentes que han sido bendecidos y favorecidos por el Señor. Están muy bien entrenados, equipados con un testimonio de fe, armados para batallar contra cualquier cosa que venga. Pero una vez que su enemigo se presenta y empieza a amenazarlos—cuando las crecientes pruebas and problemas parecen muy grandes, demasiado para manejar—dan la espalda y se dan por vencidos, dejando a un lado su fe.

La Escritura dice que Efraín cuestiona la fidelidad de Dios: Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? Él ha herido la peña, y brotaron aguas y torrentes inundaron la tierra. ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? (Salmo 78:19-20).

“… y no dieron crédito a sus maravillas…… ni permanecieron firmes en su pacto.(78:32, 37). Finalmente, he aquí el resultado: “… y provocaban al Santo de Israel. (78:41).

La falta de fe de Efraín y la cobardía sacudió las otras tribus de Israel. Imagínense el efecto dañino cuando los otros vieron lo que había ocurrido: “Esta gente altamente favorecida no podían mantenerse firmes. Si aquellos que dicen estar envestidos con la armadura de Dios y blandir la espada de su Palabra de repente se doblan en tiempos de pruebas, ¿qué esperanza tenemos?”

Amados, no nos atrevamos a condenar a Efraín, porque podríamos ser más culpables que ellos. Prénsalo, se nos ha dado más luz. Tenemos su ejemplo para advertirnos. Tenemos al Espíritu Santo habitando en nosotros. Y tenemos la Biblia, la Palabra de Dios plenamente revelada, con mayores promesas.

Yo personalmente, soy culpable del pecado de Efraín. A través de los años, en tiempos pasados, salí totalmente armado y determinado, “Esta vez, fijaré mi corazón. Y no temeré. No escucharé las dudas y los temores de mi carne. No vacilaré y no volveré atrás. No haré pucheros, ni me preocupare ni me sumiré en la auto-compasión.” Más, muy a menudo, la incredulidad me robó la victoria.

Aún hoy, no puedo gloriarme en mi carne. Tengo todavía mucho que aprender acerca de “fijar mi fe.” Pero he probado la victoria que viene como resultado de confiar en el Señor en todas las cosas, cuando me propongo a entregar mis cargas a Cristo and e irme en camino al descanso.


En Hebreos leemos, “Por ella [su fe] alcanzaron
buen testimonio los antiguos.” (Hebreos 11:2).


La palabra griega para “obtener” aquí significa “ser testigo, ser un testimonio.” Nuestros ancestros en el Señor tenían una fe fija, firme, fe anclada y se convirtió en un testimonio de la fidelidad de Dios en tiempos de pruebas.

Primero, tenían a testimonio en si mismos que Dios estaba complacido con ellos. Habían confiado él a través de las inundaciones, burlas, ataduras, prisión, tortura, guerra, guarida de leones, fuego. Y después de todo esto, conocían que el gozo del Señor les estaba sonriendo y diciendo, “¡Bien hecho! Creyeron y confiaron en mi.”

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan.” (Hebreos 1l:6). Cada vez que mantenemos nuestra posición de fe a través de los tiempos duros, tenemos la misma afirmación del Espíritu Santo: “Bien hecho. Eres un testimonio de Dios.”

Cuando puedo descansar a través de las tormentas, cuando he echado cada carga sobre Cristo y mantengo mi posición de fe, entonces he obtenido un “buen reporte.’ Y me estoy convirtiendo en una baliza de esperanza para aquellos a mí alrededor. Aquellos que miran mi vida en casa, en el trabajo, y en mi vecindario puede que no respondan abiertamente. Pero sabrán que hay esperanza y redención disponible para ellos.

Pueden mirarme en mi hora de crisis y decir, “¡Hay esperanza! Ahí esta alguien que no ha perdido la fe en Dios. Ahí esta un luchador que no se dará por vencido. El confía en su Dios.”

Mientras las calamidades aumentan, y el mundo caer en mayor pena, la respuesta del creyente debe ser un testimonio de fe firme.

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